martes, 23 de junio de 2009

PRENDIENDO EL MOTOR

En estas idas y venidas, mientras Ayovi iba recuperando su espacio, descubría su brillo, y juntaba fuerzas para comenzar a caminar, fue una tarde, en un regreso, que justo antes de cruzar la calle lo vio por primera vez. Era el policía nuevo, de la esquina de su casa, alto, muy buen mozo, flaco, pero se notaba que tenia el cuerpo trabajado.
A simple viste le llamó la atención, su corazón dijo GUAU!!!!, pero su mente, lo primero que observó fue el uniforme de trabajo, y dijo "¡Qué lástima!, es policía". Todavía pesaba mucho en ella su historia familiar.
Ayovi, era la menor de tres hermanos, y la única mujer. Cuando tenía solo nueve meses de nacida, su madre fue una de las tantas personas desaparecidas durante la dictadura militar, y por supuesto, influyo en la imagen que ella tenía sobre los uniformes en general. Si bien ella, era una recién nacida, la historia la sabia de memoria, y le marco internamente, pero sin odio ni rencor.
Aunque algo le llamó la atención, en este descubrimiento, pero igual no quizo escuchar ese llamado. No podía escucharlo.
Así, fue pasando el tiempo, abriendo puertas nuevas, conociendo personas ajenas a su pasado, y dando cada paso cuando sentía que debía darlo. Con su puesto en plaza Serrano, conoció todo un mundo nuevo. Compañeros, clientes y sobre todo amigos. Nunca había estado tan rodeada de personas.
Igual, mantenía contacto con la gente que hacia años la conocía, quienes también eran amigos.
Ella iba a su mundo nuevo, y cuando volvía empezó a ver que siempre estaba él, parado en la esquina.
Una noche cansada, al pasar, se da cuenta que el muchacho da vuelta la cabeza, para mirarla. Pero, pensó que era una casualidad, y que era algo normal. Así fue, que se acostumbro a pasar, pero a no responder.
Con el correr de los meses, las situaciones se mantenían de igual manera. Solo que al giro de cabeza, se le fueron sumando otras señales, como pararse de frente cuando Ayovi iba a cruzar la calle. Todo igualmente, era un poco divertido, hasta que un día descubre que ya no solo la miraba el policía de esa esquina, sino que se había sumado otro en la esquina contraria. Esto a Ayovi empezó a molestarla.
Así, que se mentalizo que no iba a ver a ninguno, y comenzó a tratar de confundir el chaleco naranja con los tachos de basura.
Casi un año, trabajó en el paseo de la plaza, hasta que empezaron los problemas con los vecinos y, la policía comenzó a intervenir en la zona. En ese momento, ya devuelta el verano en la ciudad, Ayo decide irse un par de semanas a la casa familiar en la costa, y, ahí, poder pensar como seguiría su vida a la vuelta.
Armó un bolso, y se fue una quincena a caminar por la playa, despejando su cabeza, y lejos de los problemas, que se daban en ese momento, donde Ayovi había comenzado a construir su mundo.
A esa altura igualmente, ya estaba cansada de la calle, el vender en la vereda significaba varios obstáculos, aunque aprendió a volver a confiar en las personas. Igual esto nunca significaba entrega de cheque en blanco a nadie. Pero, esta es una de las mayores enseñanzas, sino no se puede sobrevivir en ese mundo. Para cualquier cosa que necesitara, ya que pasaba varias horas por día, tenía que confiar en el compañero que estuviera al lado, en general luego de un tiempo, eran siempre los mismos, pero al principio todo era desconocido, y no había tiempo para construir confianza. Al baño había que ir en algún momento.
El Clima también se convertía en una prueba, había que soportar las horas del mediodía a la intemperie. Ni hablar de las nubes negras, significaban ponerse en estado de alerta, porque había que cuidar la mercadería, la cantidad de veces que Ayovi armo y desarmo el puesto durante esta experiencia son incontables.
Era mucho lo que había aprendido y descubierto en todo ese tiempo, pero ya estaba un poco cansada, así que las protestas vecinales y la presencia de la policía ya no le parecían interesantes como negocio.
Quince días en la playa, venían muy bien para salir de ese lugar, y poder ver mejor las opciones. A la vuelta vería, como seguía su mundo, igual Miga no la perdía de vista y cada tanto le susurraba ideas al oído.
Como no se perdía un detalle, Miga, también fue tomando notas sobre el muchacho de la esquina, y le decía "¡ojo, no esta nada mal!", pero la estructura capricorniana de Ayovi todavía estaba fuerte. Igualmente, algunas grietas ya eran visibles.
Se fue, descansó y volvió. En su regreso, una alternativa había surgido, el gobierno de la ciudad daba la opción de entrar en una Feria Artesanal organizada, y como es costumbre en estas tierras del dicho al hecho hay un largo trecho, se iba a organizar sobre la marcha. Pero, Ayovi apostó a ese proyecto, no quería volver a la vereda.
Así, fue que realizó los trámites y se instaló en la Feria, se mantuvo hasta entrado el invierno, fueron varios meses de lucha en contra de todo.
De los decaimientos lógicos, porque la Feria no se daba a conocer, la gente no llegaba, las ventas no existían, la fuerza de voluntad de los puesteros era enorme. Ayovi pudo aguantar hasta fines de junio. Es que junto con su entrada a la Feria, Ayo había conseguido un trabajo los días de semana, empezó como volantera en un local, y termino siendo la encargada de abrirlo y atenderlo por las mañanas.
Esto significaba que trabajaba de lunes a lunes, porque los fines de semana concurría a la Feria Artesanal, que era su propio microemprendimiento. Ahí, era dueña y señora, ella decidía todo, ese era su mundo, que lo comenzaba a combinar con otro, el de ser vendedora en un local. Ser vendedora, para Ayovi se convirtió en un estilo de vida.
Con su comienzo en el local, conoce a Inocencia y a Angelito Picante, dos chicas que trabajaban en un local sobre la avenida.
Estas dos almitas, con el tiempo se convirtieron en sus hermanas del corazón.
Todas estas vivencias se combinaban con sus idas y venidas por las calles internas del barrio, y sus cruces obligados con los policías de las dos esquinas de su casa. Parecía que su príncipe la esperaba, pero algún día Ayovi además de sentir curiosidad, podría superar su historia familiar, sólo el tiempo lo dirá.

lunes, 15 de junio de 2009

VIVIENDO AVENTURAS

Se fueron sucediendo cosas en la vida de Ayovi que jamás imagino vivir, al segundo fin de semana que armo su puestito junto a su madrina, un turista se acercó, y preguntó que eran delante de los imanes, asi que recibió la respuesta, pero como no fue Ayovi la que contesto, el turista hizo un ademán con la mano y siguio caminando, unos minutos mas tarde volvio a repetir la misma pregunta, Ayovi tampoco contesto, y sin dejar de mirarse, este hombre rodeo los puestos y un cantero, y se paro al costado de Ayo, e iniciando una corta conversación, le dijo que era francés.
Ayovi con la poca experiencia de calle que tenía, le siguió la corriente y cortesmente le preguntó:

-Esta contento de visitar mi ciudad, le gusta Buenos Aires.

-Mmmm, si pero mas me gustan sus mujeres.- respondió el francés.

Y sin que Ayovi esperara semejante respuesta, se quedó dura y muda. Pero, mucho menos esperaba la reacción que este hombre tuvo al agarrarle del cuello, moviendo sus cinco dedos al mismo tiempo, y haciendo un monótono ruido, como si fuera pleno mediodía y un olor a riquisimo asado invadiera el lugar.
Mmmmmm era lo único que salia de su boca. Ayovi solo atino a sacarle el brazo y darle vuelta la cara. Solo así se fue y no volvió a preguntar más nada.
Por esa época Ayo venía tratando de recuperar y aumentar su autoestima, pero nunca pensó que le agarraran del cuello al momento de decirle "hola".
Había armado una lista de personajes que le iban haciendo caras, le sonreían, la piropeaban, hasta hubo algun loco que saco su cabeza por la ventanilla para mirarla. Así fue confeccionando su listadito de mimos para su autoestima.
Pero en determinado momento se planteo un objetivo, que para ella era algo muy loco, queria conseguir que un policía, con uniforme, le dijera "hola", o simplemente le sonriera.
Ya lo había conseguido con albañiles, encargados de edificios, choferes de taxis y colectivos, camioneros, simples hombres que caminaban o que estaban esperando algo parados en la vereda, repartidores de comida, hasta chicos que pedian monedas en la calle, bueno, era un surtido amplio.
Tampoco faltó algun personaje de seguridad privada, pero todavía no lo conseguía de un policía de verdad.
Aunque era una muy linda mujer, que además tenia la virtud de no aparentar la edad que realmente tenía, sumado el plus de ser hija de un cirujano plástico, quien vivía de arreglar la imagen externa de las personas, Ayo no podía verse como realmente era, no podía creer que hubiera hombres capaces de mirarla y decirle que era linda. Su autoestima se había dormido junto con Miga.
Por eso Ayovi tuvo que ir recuperandolas a las dos casi al mismo tiempo, y en conjunto.
El incidente con el francés no hizo que Ayovi dejara de intentar vender perfumes en la vereda, cosa que nunca logró. No vendió ni uno.
Durante tres fines de semana seguidos, Ayo llevó su mesita, el bolso con perfumes y, luego de caminar las seis cuadras que la separaban de la calle Honduras, donde armaba su puesto en la vereda. Era el verano del 2006, y la zona conocida como placita Serrano estaba muy de moda.
Es una zona de bares y restaurantes muy concurrida, formaba parte del recorrido de los turistas, tanto extranjeros como del interior del país, daba la sensación de ser un gran paseo de compras al aire libre, lo que era muy novedoso es que además de los puestos en la vereda, los bares se convertían en ferias, en la mayoría en vez de mesas durante la tarde había cientos de percheros con toda clase de ropa, accesorios, se encontraba casi cualquier cosa que se buscase.
Era un lugar muy interesante. Y donde habia gran posibilidad de hacer negocio.
Asi que ese escenario fue el que eligió Ayovi para empezar a generar ingresos propios. Sus productos inicales no funcionaron, ya que siempre le pedían la fragancia que ella no tenía. Igual nunca bajo los brazos ni se desanimó, su madrina le aconsejo que cambie de rubro por completo.
Le dijo:
-Compra bijouterie, se vende seguro, es un muy buen negocio.
-Ok, en la semana voy e invierto lo último que tengo, no quiero deberle nada a nadie.
Asi fue que Ayo, fue a una zona mayorista de comercios, y compró con los pocos pese propios que le quedaban cinco o seis collares.
Al siguiente fin de semana armo su nueva mesa, con esa cantidad de mercaderia. Oh, que gran sorpresa, antes de que terminara el día había hecho su primera venta. Ya era su cuarto fin de semana como vendedora ambulante. No podía creerlo, habia conseguido vender algo por primera vez en su vida.
La suerte estaba de su lado, así empezo a crecer, semana tras semana, todo iba en aumento. Y la suma de experiencias eran cada vez mayores. El segundo fin de semana del mes de febrero, ya el puesto habia crecido un monton, collares, pulseras y anillos habitaban la mesita, el día domingo cuando comenzaba la actividad, cae el patrullero y, primer encuentro con la policía.
- Hay orden de un fiscal de levantar los puestos, fijate si podes enganchar los collares en la tela, y caminar.
- Ok, gracias.
- Caminando nadie te puede decir nada.
- Muchas gracias.- Ayovi no tenía ninguna intensión de tener problema alguno así que levanto su puesto sin protestar, y siguiendo el consejo del policía, se animó a colgarse los collares de los brazos y, dejandole su mesa a la madrina se fue a caminar por las calles del barrio.
Pensando que por la zona iban a hacer lo mismo los otros vendedores, decidió alejarse. Y de las calles internas se fue para la zona de la avenida, a metros de llegar a plaza Italia y con los collares colgando, además de ir riendose sola, se completó la lista de mimos al autoestima. Increíble pero real, se cruzo con un policía que le sonrió.
Ayovi, muerta de la risa siguió caminando, caminando y caminando, y con cada paso miraba sus brazos de donde colgaban los collares a la vez que jugaba con los anillos. Así transito las siguientes cuatro cuadras, hasta la avenida del Libertador, ahi cruzo de vereda y mientras volvía por el lado de la plaza que esta frente a una embajada, alguien le hace ruidos llamandola, como iba en su mundo tardo unos pasos en frenar y reaccionar.
Otra gran sorpresa, como no habia podido armar su puesto creía que ese día no iba a vender nada, per la suerte seguía sus pasos, y la persona que la hizo detener le compro varias cosas y otro hombre tambien se sumo en el consumo.
Por suerte Ayovi, no se quedo quieta y empujada por Miga, salio de la zona conocida, y se animo a cruzar los límites y las avenidas.
El regreso fue con una alegría desbordante. Llego, y su madrina callejera le pregunto donde se había metido, porque habia tardado en volver, cuando Ayo le conto lo que le paso, las dos rieron juntas.

viernes, 12 de junio de 2009

EL PRIMER PASO

Miga era muy movediza, siempre inquieta, alegre, casi sin límites. Tenía energía para mover montañas o cruzar océanos.
Pero lo que mas se destacaba en ella era su imaginación, siempre un pasito adelante iba por la vida. Nunca le faltaban ideas, que para el resto eran locas y fuera de lo común.
La comunicación siempre fue una herramienta que ella usaba, compartía sus ideas, sueños y pensamientos. Pero alguien le hacia sentir que equivocaba los momentos, que mejor debía guardar silencio. Ahí aprendió a callar, porque cuando hablaba le decían que se desubicaba, que tenía problemas.
Desde niña, Ayovi sentía que el mundo no la entendía, que era rara, es más por momento pensaba que no podía ser que perteneciera a la familia en la que había nacido.
Ahí comenzó un grave problema, Miga comenzó a dormirse, a vivir como anestesiada. Situación que padeció mucho Ayovi, y por momentos hasta lo pagó con su cuerpo. Algún síntoma se presentaba, y la lastimaba, en realidad eran expresiones de la verdadera herida que le causaba la anestesia profunda que se aplicó Miga.
Pero Ayovi no era consciente de todo esto, así que para poder encajar, la fue reprimiendo, lo que se convirtió en la real anestesia, lo que la condeno a dormirse. Era dificíl ser parte con Miga siempre despierta y haciendo de las suyas.
Igualmente muy de vez en cuando Miga, entre sueños, muy atontada, le hacia recordar que existia, que por algun lado perdida estaba presente, dormida pero presente.
De este estado, le costo mucho despertar, pero sabía que Ayovi la necesitaba. Lo cual resulto irreversible en el cambio, fue el segundo sentir de Ayovi que no podía seguir igual, un sangrado se presentó en su vida y tuvo la lucides de pedir ayuda, la herida ya era demasiado visible, y con simples curitas no solucionaba la profundidad de las lastimaduras.
Era simple y sencillo, dolores de cabezas, sensaciones de mareo, sentir angustia, hasta vomitar por no poder hablar, podían ser cosas que se justificaban superficialmente y, pero ver salir sangre del cuerpo, eso ¡no! era una clara señal que la herida estaba muy abierta, y pedía a gritos que la curaran.
Para suerte de Ayovi, Miga ya estaba menos adormecida, había vuelto, y muy descansada por la cantidad de años que estuvo adormecida. Solo Miga podía salvar a Ayovi de volver a caminar por los terrenos ya conocidos, y pagando los peajes aumentados por el paso del tiempo.
Pero volvamos a Miga, una loquita linda, que le mostró a Ayovi que la vida son momentos, y todos, absolutamente todos tienen su lado positivo, aunque en principio no se vea facilmente.
Así fue como juntas iniciaron un montón de aventuras, jamas imaginadas por Ayovi.
En un momento de no saber que hacer, pero segura de que algo debía ser iniciado, Miga le dio la idea de salir a vender perfumes en la calle, pero cómo la hija del prestigioso cirujano plástico, iba a pararse en un pedaso de vereda y exponer productos, comprados lícitamente, pero cometiendo una contravensión a la normas de la ciudad, trabajando como vendedora ambulante.
Ayovi no se sintió intimidada por la idea, y se convenció de que nada podía perder, peor de lo que estaba en ese momento no iba a estar.
Así fue, como inicio su microemprendimiento, eligió primero un lugar pero no encontró personas que la asesoraran, así que se dirigió hacia una tradicional feria artesanal del barrio y como sus productos no eran para nada artesanales le aconsejaron que averigüe en un paseo de compras muy de moda por ese tiempo.
Fue en ese momento que camino por las calles de su barrio, que vio como una señora de mediana edad montaba un puesto con imanes en plena vereda, Ayovi se acerco y le dijo "buenas tardes, puedo hacerle una pregunta ¿cómo hay que hacer o con quién hay que hablar para poder vender mis perfumes acá en la vereda?". Esta amable señora, a quien con el tiempo Ayovi le bautizo su madrina callejera, le contesto "a nadie, venís y pones los productos que tengas", en ese momento Ayovi tenía perfumes. Le pidió permiso para el siguiente fin de semana poder poner una mesita al lado de su futura madrina, claro que le dijo que sí.
Ayovi, junto a Miga iniciaron un camino de aventuras que las ayudo a conectarse mucho más entre ellas. A descubrir nuevas oportunidades, y elegir cuando aprovecharlas.
Este enorme empuje de Miga, su constante movimiento, fueron grandes consejeros, los guías en la transformación de Ayovi. Tienen un pacto entre las dos, no mas anestesia, cuando lleguen los necesarios momentos de descanso, Ayovi le respetara, pero no dejara que se desconecte y que no participe de los momentos de toma de decisión, a partir de ahora su opinión va a ser escuchada siempre por Ayovi. Real pacto de amistad, de entrega, con fidelidad incluida.
Ayovi aprendió que la amistad empieza por dentro, solo así en el mundo externo se pueden crear lazos verdaderos y profundos con los distintos entornos que acompañan la vida de toda persona.
De ese camino iniciado ya no tenían retorno, un mundo de aventuras las esperaba a las dos.

miércoles, 10 de junio de 2009

EL COMIENZO

En el mundo de los adultos, falta magia, sueños, fantasías. Hasta los veintiocho años Ayovi vivía una vida casi normal. Estaba, eso creía ella, enamorada del hombre de su vida, vivían juntos y según su registro tenían proyectos en común.
Una mañana, que parecía una más, Ayovi preparo el desayuno, despertó a su amorcito y trato de mantener una conversación, dentro suyo comenzó a sentir que algo no estaba igual que siempre. No sabía que era, pero algo debía cambiar.
Con ese malestar interior, se despidió de mala gana, pero al llegar a planta baja, se dijo "no, así no puedo seguir, si me voy ahora con el paso de las horas, esto que siento se va a calmar", fue entonces que decidió volver a subir. Y, sin pensarlo mucho, encaró a su pareja de años, y le dijo "me voy unos días, tengo que pensar, nos sacamos chispas por cualquier cosa". Ese fue el fin, sin saberlo aún, de esa relación como pareja.
Al día siguiente, con su perrito y un pequeño bolso, tomo un taxi y deshizo el camino de sur a norte. Volviendo al barrio de toda la vida.
Igual quedaba hacer la mudanza, todavía estaban sus cosas en el departamento de convivencia. Arreglaron que volvería al día siguiente cuando Sancho estuviera trabajando, ese fue el pedido de él. Ayovi cumplió con su palabra.
Pero todavía no entendía lo que le estaba pasando, además las palabras de Sancho habían sido duras, "un día sin vos y ya no siento nada"; "necesito tiempo", bla bla bla. Ayovi había vivido sus últimos casi nueve años por Sancho, y para él. Casi no tenía recuerdos de sus años anteriores, de su estado de soledad.
Aunque durante este tiempo, el sentimiento de soledad era parte de su carne.
Mientras juntaba sus cosas, las embalaba, junto a su familia que fue a ayudar, se le ocurrían un montón de cosas "seguro que estas con otra mujer". Ese fue su sentimiento que nunca necesito corroborar. Sabía que era verdad. Y lo fue, por eso la facilidad de dejarla ir.
Sin saberlo, este era el comienzo, la vuelta a nacer de Ayovi.
Fue una separación, la que desato su transformación, y la devolvió a su camino en la vida.
No fue nada fácil ese cambio, mucho menos sostenerlo, pero algo la hacía seguir en determinada dirección. Con momentos de dudas, otros de miedo, con poca estabilidad y mucho desconocimiento, pero sabía que todo eso pasaba porque era algo nuevo, no conocido por ella lo que le estaba pasando. Y se entrego, lloró y hasta sintió una fuerte angustia, pero dentro suyo ya había aprendido la lección de dejar pasar al tiempo, que él termina trayendo las respuestas. Claro que prenguntas internas sobraban, pero respiraba hondo y se decía "ya va a llegar". Algo dentro suyo le daba los consejos que necesitaba.
Eran los momentos en que entraba en acción Miga, varita en mano, siempre tenía algún truco para ayudar a Ayovi. Juntas comenzaron a transitar un camino de aventuras, sueños y fantasías. Muy autóctono de ellas, pero a la vez real.