lunes, 20 de julio de 2009

HERMANAS DEL CORAZON

Inocencia y Agelito Picante son dos almas, que desde un principio se complementaron con Ayovi, cuando se veían el ambiente cambiaba como por arte de magia.
Cada hora compartida, en ese pedazo de vereda, sobre la avenida, era una combinación de intercambio y entrega, daba la sensación de que se conocían de toda la vida.
Eran esas hermanas que ella no tenía, porque durante gran parte de su vida Ayovi estuvo rodeada de un mundo masculino. Su padre, sus hermanos, los amigos de ellos, en el colegio si bien tenía compañeritas, pasaba más tiempo con los varones del grado.
En los juegos, durante los recreos, en la plaza, casi siempre una pelota había cerca. Aunque siempre eligió muñecas, muy pocas veces jugó con ellas, le gustaba correr al aire libre, trepar a los árboles.
En su infancia la familia tenía una casaquinta en las afueras de la ciudad, y cuando iban los fines de semana, Ayovi disfrutaba de la tierra, de la naturaleza, se sentía libre como el aire. Las hojas de los sauces eran su propio dinero, los billetes que servían en su mundo para comprar lo que ella quería. Pollitos, gallos y gallinas, caballos, pájaros y culebras eran compañeros de aventuras.
Torturar sapos, cazar luciernagas eran desafios divertidos para ella. Estaba en su naturaleza, sentía que era ella misma, que estaba completa.
Su infancia era feliz, aunque le gran espina siempre estaba, su madre faltaba, y sin darse cuenta creció sin imagen femenina. Era, por nacimiento, una mujercita, pero no sabía lo que significaba ser femenina. A los golpes lo aprendió, no tuvo otra opción.
Por eso en su nueva vida de adulta, conocer a estas dos mujeres le cambió la vida, eran sus primeras verdaderas amigas.
Cuando comenzaron a intercambiar sus historias, tenían tantos puntos en común, lo que las transformó en hermanas del alma. Esa experiencia que trasciende de la amistad, y que no es fácil de lograr. De hecho, para Ayovi, el concepto amistad adquirió un nuevo significado en su vida.
Miga, estaba desbordada de alegría, al ver como Ayo, comenzaba a unificarse, a realizarse, a complementarse escribiendo su propia historia. De a poco, fue saldando viejas deudas consigo misma. Y su amiguita interna, parte de esta transformación, era esa unión de la mujer adulta, y esa niña libre como el aire.
Es en estos momentos en que Ayovi, descubre su lado oscuro, lo que no conocía de sí misma, ella también podía ser sensual, atractiva, además de ser compinche, una buena amiga.
Ayovi era físicamente una mujer, pero descubre su lado femenino; aunque se permitió seguir jugando por algunos momentos en ese terreno donde la fuerza, el ingenio hacen de las suyas. El mundo sigue siendo bastante masculino, pero si le damos unas pinceladas rosas, y Ayovi descubrió que existe un tesoro muy valioso guardado, y tantas veces olvidado.
Combinar el ser mujer con ser femenina, debería ser natural, pero tiene que ser aprendido. Y ella, no tuvo a su maestra.
Pero, ahora la vida la cruzo con Inocencia y Angelito Picante, era una forma de recibir esa lección, y poder aprobarla, así fue que derrivo sus barreras y permitió que la amistad trascendiera. Cuando se necesitaban, se buscaban y se encontraban. Pero un importante elemento, fue el respeto que siempre se tuvieron. Cuando alguna ve que la otra esta mal, la acompaña, simplemente le presta su alma para que se apoye.
Las tres saben el valor del silencio, aunque no dudan cuando sienten que deben usar la palabra.