domingo, 2 de agosto de 2009

NUNCA MAS

Desde chica Ayovi, se expresó con el cuerpo, cuando no podía hacerlo con las palabras. Su padre siempre trabajando, en el consultorio, en las clínicas donde operaba, y viajando de congreso en congreso, no tenía tiempo para ver como su pequeña hija iba creciendo.
Sus hermanos, la cuidaban pero no sabían que hacer con ella, además, tenían sus propias vidas con problemas, sus novias, amigovias, y lo que se les cruzara, como eran varones tampoco podían guiarla en su camino de busqueda propia para desarrollar su ser mujer.
En ese estado Ayo fue pasando sus años, habían mujeres en la familia, pero en su época de adolescente también estaban ocupadas con hijos propios y trabajo, por eso fue creando su propia mujer acostumbrandose a un mundo de soledad, autosuficiente, con muchas dudas no habladas, pero si vividas.
Tuvo su etapa de desorden con la alimentación, logró cerrar su estomago pero por suerte se dió cuenta a tiempo. Gran parte de sus comidas las compartía con Ana, la mujer que ponía algo de orden en su casa, y un día esta dulce mujer le preparó un delicioso omelette con jamón y queso, frente al plato, Ayo no sentía ganas de comer, pero se esforzó y logró comer la mitad, la miró a Ana y le dijo: "No me entra un bocado más, esto no esta bien".
Con su simpleza Ana la acaricio y tranquilizandola le aconsejó: "Niña ve a tu médico clínico, ya que tu padre esta muy ocupado, él te va a escuchar".
Y así hizo, se pidió un turno con el medico de cabecera de la familia y le contó que cada vez podía comer menos, que no llegaba a dejar de comer del todo pero sentía que su estomago se llenaba con facilidad. El doctor la escucho y calmandola le dijo que era un principio de anorexia nerviosa, que viera la forma de arreglar sus horarios para poder respetar cada comida, que se sentara, con tiempo, a la mesa y comiera lo que le gustara, y que para ayudarla le daba unas vitaminas que le iban a aumentar el apetito. Que no era nada grave.
Ayovi tuvo la iluminación propia, Miga le gritaba entre bostezos, para ayudarla a poder ver, y fue así que salió de esa situación, si bien no era una cuestión asociada a su cuerpo, no le gustaba no poder comer, se sentía mal. Fue otra señal de una autoestima en baja.
Ella nunca tuvo problemas de peso, desde los doce años paro su balanza en los cuarenta y dos kilos que casi siempre luce orgullosa. Su contextura chica ayudaba, ya que pasaba por pocos centímetros el metro cuarenta.
Era siempre la primera en la fila, era una muñequita con vida. Cuando Miga compartía su energía, Ayo brillaba más que de costumbre, y podía sentir una seguridad en sí misma, que por momentos desaparecía. Aunque ella sabía lo capaz que era, aunque a veces decaía su confianza propia.
Por eso, cuando el liquido rojo broto de su interior, no lo podia aceptar, y valientemente se dijo "¿nunca más!, todo esto debe cambiar".
Pidió un turno con una psicologa, Clara, y encaró el proceso de cambio interno con su ayuda, desde el princpio le aclaro que sabia de sus problemas de autoestima baja, se daba cuenta de la dificultad que tenía al no poder creer que un hombre era capaz de dedicarle un piropo a ella, siempre se daba vuelta buscando algun otro destino para esas palabras.
Al tiempo de iniciado este proceso, Ayo tuvo un sueño donde aparecía la figura de un policía que iba a revisar los tanque de agua del edificio, lo contó en la siguiente sesión y Clara le preguntó que pensaba de ese sueño.
Su primera reacción dió como respuesta , un falso no lo se, pero sus palabras comenzaron a salir sin poder detenerlas "bueno, sí lo se, mi mamá fue secuestrada durante la dictadura militar, cuando yo tenía nueve meses, y un día escuche que unas tías hablaban que podían haberla tirado al río, tal vez todo esto es lo que aparece en mi sueño de alguna manera". Sus ojos llenos de lágrimas, ya no las podían contener más.
"¿Por qué pensas que soñaste con un policía?", le preguntó la licenciada.
"Cuando era muy chiquita me llamaban la atención, y sin saber lo que había pasado, me acercaba a saludarlos, y mi padre me gritaba para que volviera a su lado, sólo tenía unos cuatro años". Ese fue el momento en que Ayovi comenzó a ver cuanta influencia sufría de los miedos, por supuesto entendibles, pero ajenos a ella. Había crecido sin su mamá, pero el silencio de los vivos, la limitó aún más. Le dolía el vacío, pero no podía extrañar a su mamá ya que no tenía recuerdos de ella. Era su gran hueco oscuro, una ausencia muy dolorosa. Pero ella no sentía rencor, ni odio, solo dolor.
Este fue el momento en que, Ayo, pudo darse cuenta que su familia la ayudó a alimentar esos miedos y no le habían enseñado a enfrentarlos, era una posible explicación a esta barrera que se le presentaba con el lindo muchacho policía de la esquina.
Ese uniforme en el sueño simplificaba las respuestas, no había posibilidad dentro de su inconsciente distincion alguna de variedad de uniformes. Aunqeu sabía que este joven hombre no tenía nada que ver con su historia, él solo la miraba, le mostraba que era una mujer que podía llamarle la atención.
Ayo comenzó a notar sus movimientos, pero la paralizaban, no encontraba la forma de responderle. Lo veía, lo entendía, pero no podía reaccionar, así fue que con ese sueño, comenzó a trabajar en ese miedo paralizante, sabía que no era hacía los hombres en general, ella ya había estado en pareja, sino que era hacia este hombre en particular. Su policía.
"Miga, no te duermas ayudame, hace algun truco y destraba esta situación. Ni se te ocurra dejarme sola, por ahora. Sos la que tenés la varita, esa magía que necesito, no se qué es lo que tengo que hacer", fue el pedido de socorro de Ayovi.
"Tranquila, respirá hondo, llenate de este fresco aire, mirá las hojas de los árboles, y caminemos un poco, algo se nos va a ocurrir. No estas sola, siempre te voy a acompañar", las dos sabían los caminos que no querían volver a transitar.
Ayovi había aprendido a escuchar a su cuerpo, a su magia interna, a poder comenzar a ver en su propia oscuridad. Ya conocía sus propios nunca mas.

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